22 de noviembre de 2016

Conocí a una chica en un taller...

Conocí a una chica en un taller y tantas cosas han vuelto a la vida. Las palabras fluyen, desafiantes, sin alguien que las detenga, pues no se dejarán vencer. Dan paso a sonrisas que caen como regalos desde lejos, más allá de donde alcanza la vista. Acarreadas por un viento proveniente de otra ciudad, acariciando mi mejilla, forzando una nueva sonrisa que no me quiere dejar.

Me siento despierto, expectante, con ganas de más. Las posibilidades me fascinan, mientras los viejos fantasmas retroceden. Enloquecen, pues la impotencia hace temblar su andar, temerosos, buscan refugio de esa estrella, esa que se rehusa a dejar de brillar.

¿Qué puedo decir? He caído, me entrego y me dejo llevar por aquel camino desconocido. Pues la sonrisa de oreja a oreja se comparte, los ojos achinados se vuelven constantes, y el pecho vibrando alto no me asusta. Abrazo la duda, el saber y la posibilidad que trae.

Quiero seguir leyendo sus palabras, quiero seguir escuchando sus canciones, quiero seguir haciéndola sonreír.

Conocí a una chica en un taller, que brilla y ronrronea. Y me apela, me apela de alguna loca, loca manera.