28 de mayo de 2014

A pesar de tener los ojos cerrados la luz del faro penetraba hasta su retina. Podía sentir el blanco haz de luz en sus ojos, con él podía contar las revoluciones y saber exactamente cuánto tiempo llevaba inmóvil. 1... 2.... 3..... 4...... Cada paso de la luz parecía más distante que el anterior, de alguna forma se estaba sumergiendo.

Ya no podía sentir la viscosidad de los tentáculos que caían por sobre su cabeza, ya no podía sentir la pintura reseca sobre su rostro o el embate del viento en sus mejillas, ya no podía sentir el frío o el miedo que alguna vez pensó le impedirían llevar a cabo su tarea.

Tampoco pudo sentir el beso frío del acero en su garganta, pero ya nada importaba. A pesar de tener el faro la luz por si misma nunca sería suficiente, sus ancestros la habían elegido. El barco estaba por regresar, su sangre les mostraría el camino.

22 de mayo de 2014

Era una fachada, la ironía no pudo más que hacerle sonreír. La excitación de vivir en un mundo de mentiras meticulosamente articulado, en el cual se alzaba como único poseedor de la verdad, se estaba desmoronando. El poder se escurría entre sus dedos, la máscara se había despedazado, ya no podía confiar siquiera en su reflejo.

Ahora reía, su obra maestra se alzaba frente a sus ojos. Se sentía como una versión esquizofrénica de la vida de Truman, sólo que en aquella bizarra quinta dimensión todos le decían la verdad, mientras él corría en círculos, demasiado rápido como para salir de la mentira. Tras el espejo se encontraba el maestro titiritero, su propio Kristoff personal, aquel reflejo que hoy desconoce, el aterrador inconsciente que mueve los hilos hacia su réquiem y en un crescendo cada vez más aterrador.

Había abierto los ojos, era una marioneta de los miedos que ya no cabían bajo la alfombra. Era el clímax absoluto de sus mentiras, demasiado perfectas para encontrar una grieta a la cual asirse, demasiado abrumadoras para hacerles frente, demasiado alienadas, demasiado vivas.

Quería hacerlo, quería decir aquellas verdades que lo estaban sofocando. Quería gritar que aunque fuese una locura o una cursilería, que aunque fuese demasiado de prisa, ella había hecho tanto por él con sólo estar viva. Quería gritar que ella era su grieta, que los miedos escapaban y su seguridad se desmoronaba, que todo lo que lo llevó hasta ese punto fue una ilusión, que al fin había despertado, que aquella flor que tardó tanto tiempo en entregarle, había florecido el primer día.

20 de mayo de 2014

Under my skin

It's cold outside. The night, pitch dark, is only interrupted by evanescent lightnings, giving just a glimpse, a fraction of a second, of the rain that can now only be heard over the rooftops of my mind. If I were anywhere else I reckon I'd be shivering, shivering under the rain, but not tonight, for tonight I have been conquered, conquered without a fight.

But how could I fight? I wonder, if I stand in awe before you. Humbled by he light, beautiful and warm, is still enough to blind me through the golden cloud around it. Routing my synapses, driving me towards the depths of my brain. Thus, I'm static and drunk, lost in the midst of the shadows, the light and the rains, and today, there's no other place I'd rather be.

Could it be? I feel like Xibalba has finally reached me. Sheding a dim, golden light upon my fears. Whispering in my ear, it has never been enough to avoid, to run, to shout in silence to the night sky, and it never will.

Can you see the raindrops glittering in your window? Can you see the words glittering in my eyes? Can you see your words, glittering, deep within my thoughts?

It’s the darkness naked before you eyes. It’s the dream within a dream, with nothing to fear, with nothing to hide. It’s the first flower of the winter, which bears the scars of the road, for it has traveled a long way to meet you. It’s the only one that matters, for it’s the first one plucked in your name, and it has waited far too long to bloom in your eyes.

You’ve crawled under my skin, Morfeo may ocasionally take you, but tonight, tonight you are my Nix.

7 de mayo de 2014

Reminiscence

Escribo sintiéndome abatido, derrotado, impotente, incrédulo e indignado. Fuimos arrastrados por los productos, quienes hoy fueron mayoría, aquellos que ven 24 horas o Teletrece y creen estar informados.

¿Es que no se dan cuenta, o simplemente prefieren prender la tele y seguir viendo un reality que nada tiene de realidad?

Manos alzadas en una coreografía maldita, sellando sus propios destinos con un aplauso atronador. Incapaces de mirar más allá de su propia nariz, pues el pan sigue apareciendo cada día sobre sus mesas.

II


Se había arrepentido. Sólo bastaron unos segundos para que las lágrimas se fundieran con el mar, y el coirón, frío, seco e implacable hiciera brotar lágrimas rojas y desgastadas de sus pies descalzos. Cada paso era peor que el anterior y con cada uno de ellos que daba hacia la vieja choza junto al árbol doblado se daba cuenta de que no era la misma de antes. Su entereza, al igual que esos callos que la hacían sentir tan orgullosa en su niñez, se había desvanecido.

Todo, excepto ella, seguía igual, al este, la costa más rocosa que arenosa y el mar, que se extendía tan lejos como lejos llegaba la vista. Al oeste, pampas interminables y ventosas que se fundían con las montañas, y en el centro de aquello, como un tenaz y obstinado centinela de sus recuerdos, seguía él, el árbol inclinado, demasiado testarudo para morir, demasiado orgulloso para dejar que el viento lo derrote, pero era sabio, pues sólo él se había adaptado a los azotes de su tierra. Si, era el único que se había doblado, pero también era el único que seguía en pie.

Siguió caminando, inmersa en sus recuerdos y en un viento fuerte e incesante, sus lágrimas no alcanzaban sus mejillas antes de ser llevadas por la corriente. Todo ello le recordaba la cálida sonrisa de don Froilán, su padre, tan testarudo y orgulloso como el viejo centinela, tampoco se permitiría sucumbir ante la madre naturaleza, y protegería su regalón bote mariscador hasta su último aliento.

Casi podía sentir el olor del café caliente en las tardes heladas, las risas que compartía con su padre en la pequeña cabaña, que los protegía de un viento tan similar al que sentía ahora, que no pudo hacer más que detenerse y dejarse vencer por sus recuerdos.

Tras unos minutos el frío la sacó de su trance, fue entonces cuando abrió los ojos, ya no podía andar a pata pelada por las viejas pampas de su padre, ya no podía subir al árbol doblado por el viento, ya no había nadie para recibirla con una sonrisa, curarle las heridas y decirle bonitas mentiras.

Sólo quedaba el bote regalón del viejo, maltrecho e inutilizable, volteado por el viento sobre la derruida cabaña, como única cicatriz de la única derrota de su padre. El viento era fuerte, tan fuerte como nunca antes, pero don Froilán no se iba a rendir, iba a proteger lo suyo, lo que amaba y lo único que le quedaba. Al final, le costó todo, y el centinela ya no era tal, pues esas pampas ya no le pertenecían a nadie.