A pesar de tener los ojos cerrados la luz del faro penetraba hasta su retina. Podía sentir el blanco haz de luz en sus ojos, con él podía contar las revoluciones y saber exactamente cuánto tiempo llevaba inmóvil. 1... 2.... 3..... 4...... Cada paso de la luz parecía más distante que el anterior, de alguna forma se estaba sumergiendo.
Ya no podía sentir la viscosidad de los tentáculos que caían por sobre su cabeza, ya no podía sentir la pintura reseca sobre su rostro o el embate del viento en sus mejillas, ya no podía sentir el frío o el miedo que alguna vez pensó le impedirían llevar a cabo su tarea.
Tampoco pudo sentir el beso frío del acero en su garganta, pero ya nada importaba. A pesar de tener el faro la luz por si misma nunca sería suficiente, sus ancestros la habían elegido. El barco estaba por regresar, su sangre les mostraría el camino.
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