22 de junio de 2010
Tonight is the night
Esta noche es la noche en que me siento como un niño una vez más, un niño que hace tanto tiempo no vive que apenas lo puedo recordar, ese niño con ganas de ser hombre, sin ninguna preocupación más que algo tan simple que hoy parece no importar, cuando el mundo es tan sencillo, simple y vacío que 5 segundos lo pueden llenar, esos segundos han dejado atrás la rutina de la vida dos veces ya, la primera, todo lo contrario a lo que antes quería y pensaba que podía sentir, la segunda, consecuencia de la primera, ¿la tercera?, la tercera es tan lejana a las anteriores que temo nisiquiera poderla identificar, al menos hasta ahora.
20 de junio de 2010
Do you believe in destiny?
Aquel día desperté con una extraña sensación, el mundo parecía más aburrido que de costumbre, me vi superado por la rutina y me pregunté cuál era el sentido de la vida, para qué nacer, pasar años estudiando, sólo para pasar el resto trabajando, para acabar olvidado en tu lecho de muerte.
Cuando te haces estas preguntas y asumes tantas cosas como verdades, el mundo te da una patada en la boca y no te queda más remedio que ver las cosas tal y como son, y las preguntas cambian, y tu con ellas, piensas que habría pasado si hubieses tomado aquella oportunidad, pero no logras darte cuenta que si la hubieses tomado serías otra persona haciéndose un conjunto completamente diferente de preguntas.
Es cuando esas ramificaciones parecen llevarte al lugar correcto y dudas lo que siempre has creido, la rutina parece ser sólo un recuerdo y comienzas a preguntarte si existe tal cosa como el destino.
Mi lugar fue en el momento más rutinario del día, aquel en que las preguntas son siempre las mismas y aún no abres los ojos. Me encontraba en aquel medio de transporte público cuya cantidad de usuarios se multiplicó increiblemente ante la habilitación de tan nefasto proyecto de transporte que era la prueba de que de la teoría al hecho hay un mar de distancia.
Fue entonces cuando las decisiones parecieron encajar perfectamente para crear ese momento y comencé a pensar que la vida no era lo que creía. Te das cuenta de las decisiones que no sabías que habías tomado, como quedarte hablando con alguien en lugar de irte, fueron esas pequeñas decisiones las que me llevaron a ella tiempo atrás, y las que me llevaron a entrar exactamente por esas puertas.
Yo sabía muy bien quien era ella, habíamos hablando tantas veces antes, aunque nunca como ahora, ella no sabía que yo era el mismo, no sabía que yo era él, pero después de unas cuantas palabras se dió cuenta, no habríamos llegado a tal conversación de lo contrario, entonces la miré a los ojos y le dije:
- ¿Crees en el destino?
- ¿Destino?
- Si, a veces pienso que el mundo es demasiado pequeño para tantas coincidencias.
- ¿Soy yo una de ellas?
- Puede ser.
Cuando te haces estas preguntas y asumes tantas cosas como verdades, el mundo te da una patada en la boca y no te queda más remedio que ver las cosas tal y como son, y las preguntas cambian, y tu con ellas, piensas que habría pasado si hubieses tomado aquella oportunidad, pero no logras darte cuenta que si la hubieses tomado serías otra persona haciéndose un conjunto completamente diferente de preguntas.
Es cuando esas ramificaciones parecen llevarte al lugar correcto y dudas lo que siempre has creido, la rutina parece ser sólo un recuerdo y comienzas a preguntarte si existe tal cosa como el destino.
Mi lugar fue en el momento más rutinario del día, aquel en que las preguntas son siempre las mismas y aún no abres los ojos. Me encontraba en aquel medio de transporte público cuya cantidad de usuarios se multiplicó increiblemente ante la habilitación de tan nefasto proyecto de transporte que era la prueba de que de la teoría al hecho hay un mar de distancia.
Fue entonces cuando las decisiones parecieron encajar perfectamente para crear ese momento y comencé a pensar que la vida no era lo que creía. Te das cuenta de las decisiones que no sabías que habías tomado, como quedarte hablando con alguien en lugar de irte, fueron esas pequeñas decisiones las que me llevaron a ella tiempo atrás, y las que me llevaron a entrar exactamente por esas puertas.
Yo sabía muy bien quien era ella, habíamos hablando tantas veces antes, aunque nunca como ahora, ella no sabía que yo era el mismo, no sabía que yo era él, pero después de unas cuantas palabras se dió cuenta, no habríamos llegado a tal conversación de lo contrario, entonces la miré a los ojos y le dije:
- ¿Crees en el destino?
- ¿Destino?
- Si, a veces pienso que el mundo es demasiado pequeño para tantas coincidencias.
- ¿Soy yo una de ellas?
- Puede ser.
18 de junio de 2010
Memorias de un Yo desesperado
Hoy desperté y en el mundo los peces ya no nadaban.
No existía más que un oscuro amanecer que de amanecer no tenía nada más que un vestigio de tan viejo crepúsculo que una vez se abalanzó sobre nosotros cargado de un terrible presentimiento.
Del verde solo quedaba el recuerdo, pues hoy, como todo y como siempre, el mundo se redujo a cenizas.
El mar es solo una ilusión en las memorias de quienes aún tenemos el valor para mirar atrás, y volar volvió a ser un sueño inalcanzable.
La razón nos alejó de los dioses, y como lo hicieron muchas civilizaciones atrás, rogamos por estar cubiertos por el cómodo velo de la ignorancia, para poder mirar al cielo e inventar el mar, y protegernos por seres supremos que nos dan estabilidad.
Caminaba por los escazos lugares por los cuales el calor te permitía pasar, cuando me pregunté si existía alguien más desdichado que yo, en ese momento alzé mi vista y miré hacia el norte, mis ojos encontraron un cuerpo carbonizado apenas reconocible como un otrora miembro de una autoproclamada gran civilización, y comprendí que aún me quedaba lo más preciado, aún vivía, y poseía lo básico para ello, esperanza.
Al poco andar el calor comenzó a ceder, pero por más que lo deseaba, las cenizas seguían en su lugar, el mar seguía sin estar y el cielo era tan oscuro como podía imaginar.
Al llegar a viejos lugares y ser invadido por grandes recuerdos di con un ser familiar, era alguien como yo, los dioses habían oído mis desesperadas plegarías, ya que sólo nos acordamos de ellos en momentos de gran desesperación.
Era un ser más desdichado que yo, porque ese hombre, no alzó su mirada, la mantuvo baja hasta tropezar con el mismo cuerpo que yo vi un tiempo atrás, momentos antes se habia preguntado si existía alguien más feliz que él, los dioses escucharon sus plegarias, pensó, ya que, al igual que yo, encontró en ese cuerpo lo que buscaba, alguien que no necesitaba lo que yo nunca había perdido, porque no estaba vivo para enfrentarse a este infierno, fue entonces cuando aquel desdichado hombre deseó estar muerto y no en mi lugar.
No existía más que un oscuro amanecer que de amanecer no tenía nada más que un vestigio de tan viejo crepúsculo que una vez se abalanzó sobre nosotros cargado de un terrible presentimiento.
Del verde solo quedaba el recuerdo, pues hoy, como todo y como siempre, el mundo se redujo a cenizas.
El mar es solo una ilusión en las memorias de quienes aún tenemos el valor para mirar atrás, y volar volvió a ser un sueño inalcanzable.
La razón nos alejó de los dioses, y como lo hicieron muchas civilizaciones atrás, rogamos por estar cubiertos por el cómodo velo de la ignorancia, para poder mirar al cielo e inventar el mar, y protegernos por seres supremos que nos dan estabilidad.
Caminaba por los escazos lugares por los cuales el calor te permitía pasar, cuando me pregunté si existía alguien más desdichado que yo, en ese momento alzé mi vista y miré hacia el norte, mis ojos encontraron un cuerpo carbonizado apenas reconocible como un otrora miembro de una autoproclamada gran civilización, y comprendí que aún me quedaba lo más preciado, aún vivía, y poseía lo básico para ello, esperanza.
Al poco andar el calor comenzó a ceder, pero por más que lo deseaba, las cenizas seguían en su lugar, el mar seguía sin estar y el cielo era tan oscuro como podía imaginar.
Al llegar a viejos lugares y ser invadido por grandes recuerdos di con un ser familiar, era alguien como yo, los dioses habían oído mis desesperadas plegarías, ya que sólo nos acordamos de ellos en momentos de gran desesperación.
Era un ser más desdichado que yo, porque ese hombre, no alzó su mirada, la mantuvo baja hasta tropezar con el mismo cuerpo que yo vi un tiempo atrás, momentos antes se habia preguntado si existía alguien más feliz que él, los dioses escucharon sus plegarias, pensó, ya que, al igual que yo, encontró en ese cuerpo lo que buscaba, alguien que no necesitaba lo que yo nunca había perdido, porque no estaba vivo para enfrentarse a este infierno, fue entonces cuando aquel desdichado hombre deseó estar muerto y no en mi lugar.
8 de junio de 2010
I do not know why
Ayer volví al lugar que nos vio caer,
A aquel lugar que nos destruyó,
Ahí, donde toda ceniza se extinguió.
Y por sorpresa para mí,
No apareciste en mi mente como tantas veces más,
No me dieron ganas de recordar,
La nostalgia no nubló mi pensar.
Solo fui,
Fui a caminar,
No a recordar,
Fui a olvidar.
A olvidar por qué recorrí esos pasillos tiempo atrás,
A olvidar por qué todo cayó,
A olvidar y dejar todo atrás.
Fui para saber,
Que al fin,
Al fin,
Todo pudo terminar.
Y saber que al fin,
Puedo alzar la vista una vez más,
Y volver a caminar...
A aquel lugar que nos destruyó,
Ahí, donde toda ceniza se extinguió.
Y por sorpresa para mí,
No apareciste en mi mente como tantas veces más,
No me dieron ganas de recordar,
La nostalgia no nubló mi pensar.
Solo fui,
Fui a caminar,
No a recordar,
Fui a olvidar.
A olvidar por qué recorrí esos pasillos tiempo atrás,
A olvidar por qué todo cayó,
A olvidar y dejar todo atrás.
Fui para saber,
Que al fin,
Al fin,
Todo pudo terminar.
Y saber que al fin,
Puedo alzar la vista una vez más,
Y volver a caminar...
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