17 de diciembre de 2012
La cura
La verdad es que temo a esos ojos brillosos que llevas con tanta naturalidad, cargados de promesas y deseos que de ver rotos y apilados bajo la alfombra me harían tropezar y caer en el fuego eterno del pasado que hace las sombras tras de mí aún más grandes, sólo para terminar consumido entre sonrisas añejas y promesas de que todo va a mejorar.
Silencio, tu foto en el espejo y tu susurro directo a la razón, el pulso se aceleta y cada paso me lleva un poco más cerca a vivir sólo para ti, si de ella depende debe dejar de ser tal para dar un salto al vacío de tus deseos, desprenderse de la seguridad del saber para ahogarse en el mar de incertidumbres que sólo este círculo vicioso es incapaz de comprender.
Un avión llevará mi cuerpo lejos de tantos deseos pero de nada sirve si su fantasma queda atrapado condenado a recorrer eternamente tus fronteras, ya no puedo suplicar al universo por aquella mágica salida escondida tras la razón y las excusas de cada mañana, pues éstas se desvanecen con cada sonrisa mientras se nublan las ganas de correr.
La cuerda que forman las excusas se ha vuelto demasiado corta para recorrer este laberinto, la bestia del centro acecha paciente pues sabe que no tengo la menor esperanza, estoy condenado a dejar de pensar para empezar a sentir si del círculo vicioso quiero escapar, ella lo sabe tan bien que se da el lujo de sentarse y torturarme, condenado a esperar.
La luz de la luna ilumina este camino que lleva a ningún lugar, ya no estoy escapando por lo que cada vez importa menos el de dónde vengo y toma mayor relevancia el adónde puedo llegar, son tus ojos a la vuelta del camino y el jet-lag que vuelve borroso tan esperado final.
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