Eras la carnada. Una mentira. Una fachada.
Eras el puente de cristal sobre el cual caminaba, compuesto de promesas rotas, con cada paso ganando un poco más de confianza.
Eras todo lo que yo deseaba. Llena de vida, tentándome para que te devorase con la mirada. Los ojos te engañan, no debes confiar en ellos pues resultaste ser un trozo de carne muerta. Una distorsión que, ahora destrozada, me hace caer entre cristales resquebrajados y llena mi cabeza de preguntas mientras los cimientos se derrumban.
Los pilares crujen, las paredes se agrietan y la estructura colapsa, mientras el humo de un cigarro nubla mis sentidos y la podredumbre tras tu sonrisa me hace desviar la mirada.
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