3 de noviembre de 2015

Recoil

Estoy ciego. Demasiado adormecido como para dame cuenta de que el sol, que tanto anhelaba, ha comenzado a abusar del poder que tiene sobre mi. Pues me estoy quemando, mientras permanezco aquí sentado completamente indiferente al viento helado, que ha vuelto a soplar tan pronto dejé de sonreír porque se había marchado.

Es la medicina perfecta, pues hoy, y más que nunca, repito viejas palabras mientras ignoro cuánto lo necesito.

El pasto sobre mis hombros es de muchos verdes y el cielo bajo mis pies de muchos azules. Debo volver, pero la ceguera al color me mantiene alejado del camino. Ya no sé si lo quiero o si simplemente lo necesito, no sé si sigo siendo el mismo o mis cuerdas sólo han pasado a otro titiritero.

Siento que se hace tarde y la grieta en el espejo se vuelve un poco más grande. Con ella reaparecen los miedos, filtrándose como humo entre mis dedos, desgarrando la herida hasta convertirla en una fractura, al borde del desespero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario