Una daga roja como la sangre para la que nació, un diseño tribal del oro más dorado que se puede hallar en estas tierras adornado con rubíes rojos y zafiros azules, una hoja tan plana que pasa desapercibida hasta que es demasiado tarde, con un ángulo tan agudo en su punta que penetra toda carne ya sea de bestia o real, doble filo para hacerla mortal incluso en manos inexpertas, guarda con relieve y el mismo diseño tribal adornada con una piedra preciosa en cada extremo para proteger la mano portadora de sufrir el mismo destino, una daga digna de reyes, concebida para penetrar hasta el fondo del corazón del Rey e iniciar una nueva era de justicia y libertad en estas tierras secas y marchitas, una oportunidad para que el príncipe reclame un trono que hace mucho debió pertenecerle, pues su sabiduría y justicia supera con creces a la de su padre y está destinado a ser el mejor rey que este reino jamás conocerá.
El arma destinada a proteger al rey junto con su espada estaba lista para cumplir un destino opuesto en las manos del joven sirviente del príncipe, mano derecha del futuro rey quién desconoce su potencial y destino, pues ése sirviente le ha salvado la vida más veces de las que se ha percatado y serían buenos amigos si no estuviesen destinados para cosas más grandes.
Llegó a la cámara de su cómplice, la bella y traicionera protegida del Rey quien estaba convencida de que éste la condenaría a la hoguera sin dudarlo si se enterara de quién es en realidad, por ella misma y no por una tierra más próspera y justa quería ver arder el cuerpo sin vida su antes amado Rey, el joven tardó más de lo planeado en regresar y al cruzar el umbral de la puerta la hoja de la daga seguía limpia e inmaculada y la joven no conseguía entender el por qué.
El sirviente creía que era su destino, una cadena de eventos inminente tanto como si hacía todo para impedirla como nada para que tuviera lugar, había aprendido hace tiempo que lo que el destino quiere lo consigue y depende de si mismo ser parte de lo que éste le depara, pero no pudo, tenía la vida del rey en sus manos, la daga sobre su corazón, la mano temblorosa, la frente sudada y sus pies listos para correr, pero algo lo detuvo.
Furiosa y desconociendo toda razón y sutileza la Protegida de Su Majestad arrebata la daga de las manos del despedazado sirviente y corre con ella por los pasillos del castillo, encuentra al Rey aún durmiendo y sin dudarlo asesta una puñalada que habría sido mortal de tratarse del su señor o de cualquier ser vivo, antes de darse cuenta se ve rodeada por la guardia real y su hoguera es encendida al despuntar el alba, sus gritos de sufrimiento son una canción de victoria a pesar del dolor para el Rey y una advertencia para sus detractores.
Tenía que cometer tal atrocidad y ver tan macabro espectáculo para evitar un futuro mucho peor, pues qué sentido tenía entregar un trono bañado en sangre e iniciar una era originada por el engaño y la corrupción, si el tiempo del Principe aún no ha llegado él no era nadie para doblar la mano al destino, sólo se sentó a mirar y esperar no haber condenado tanto a la joven doncella como el futuro que tanto ansía ver llegar, sólo esperaba que el destino estuviera de acuerdo con él y no hubiese otra persona destinada a tomar su lugar.
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